03/03/2014

DEP Francisco Sánchez

Francisco Sánchez, alias Paco de Lucía (foto ABC)
La muerte de Francisco Sánchez nos privará de nuevas aventuras de Paco de Lucía, del escalofrío al verle aparecer sobre un escenario, de la euforia al final de un recital. Nos dividirá a los melómanos entre quienes le vimos en concierto y quienes no. Estos últimos podrán consolarse con la enorme cantidad de discos y vídeos que deja, testimonio de las varias vidas que Francisco Sánchez pudo embutir en la de Paco: aunque Francisco Sánchez apenas había cumplido los 66, Paco llevaba más de cincuenta años trabajando. Los tópicos del flamenco y del andaluz, ya se sabe.

Para el que suscribe, un niño en la década de los setenta, la primera impresión de Paco, en televisión, fue la de un tipo con carisma, guapo y muy serio. Con su pelo largo peinado con raya, vestido a la moda pero manteniendo una prudente distancia de los excesos de la época, a sus veintitantos años era, además, joven. Y tocaba muy rápido.

Paco en TVE
Con Paco, el flamenco pasó de ser una música rancia, angustiosa, en blanco y negro, tocada y cantada por personas mayores y de aspecto severo, a ser algo distinto. Musicalmente tenía más sustancia que los grupos de rumbas y otros "flamenqueos" que abundaban en aquella época, pero el pelotazo lo dio, precisamente, con una rumbita. “Entre Dos Aguas” (1973), tema al que Paco llevaba un tiempo dando vueltas entró como relleno en el disco Fuente y Caudal con el acompañamiento de un bajo eléctrico y un bongó, y una primera frase en la que parecía cantar el “Te estoy amando locamente” de Las Grecas, el otro hito aflamencao del momento (que vuelve a citar ampliamente en unos tangos del mismo disco). Incidentalmente, si en el "Carambita" de Los Marismeños, otro éxito de entonces, hay ecos de "Entre Dos Aguas", es porque el que toca es el propio Paco.

Cartel del
Carnegie Hall (1972)
Un año antes, en plena agonía del tardofranquismo, Paco debutaba en el Carnegie Hall de Nueva York y había grabado ya una docena de elepés a su nombre, más las innumerables colaboraciones, anónimas o no, en otros trabajos. Tenía 25 años, de los cuales llevaba prácticamente la mitad trabajando, cobrando por tocar. El pequeño de cinco hermanos de una familia tremendamente humilde —en aquella Andalucía de los cincuenta— lo sacaron del colegio a los nueve años, como a sus hermanos, en cuanto supo leer, escribir y hacer cuentas. Su padre, más astuto que buen guitarrista, no sólo aplicó una disciplina inexorable en la práctica musical de sus hijos, sino que consiguió que se empaparan de buen flamenco sin que tuvieran que conocer la vida nocturna, invitando a sus colegas de juerga musical a pasarse por su casa al final de la faena.

El joven Paco
A principios de los sesenta, Pepe, el hermano cantaor de Paco, sale de gira con la compañía de José Greco. Su padre le echa un pulso al bailarín, y al final consigue que se lleve también a Paco, menor de edad que viaja solo, con los medios de la época y sin hablar inglés, a Chicago vía Nueva York. En Estados Unidos conoce a Sabicas —su gran faro después del Niño Ricardo— quien, probablemente sin saberlo, le dio a Paco el rumbo que tendría toda su carrera. Al oírle, le dijo que un guitarrista no podía limitarse a copiar a otros, sino que «un guitarrista tiene que tocar su propia música». A partir de ahí, Paco se lanzará a crear sus propias falsetas, a componer, autoimponiéndose la obligación de hacer algo nuevo en cada disco que saque. Antes de encauzar su carrera en solitario, no obstante, se embarca en una gira por Brasil como componente, otra vez con su hermano Pepe, de la compañía de Antonio Gades. Aparte de las anécdotas sobre las correrías nocturnas de la troupe, a Paco le sirve para descubrir la música y la guitarra de aquel país.

Camarón traga saliva ante
una falseta de Paco
Tras unos años de trabajo intenso en España con Ricardo Modrego en sus propios discos juntos y como músicos de sesión, a los diecinueve Paco registra La Fabulosa Guitarra de Paco de Lucía (Spotify/YouTube), su primer larga duración en solitario (ya había grabado un EP tres años antes) y su primer álbum con Camarón de la Isla. Que los dominadores absolutos del cante y el toque coincidieran en el tiempo y además trabajasen juntos es uno de esos eventos que, por reciente, es imposible valorar en su justa medida. Para los primos del jazz, imagínense que Charlie Parker y Dizzy Gillespie, cuya colaboración como líderes apenas llega al año y medio, hubieran sacado nueve elepés en ocho años.

En 1970 Paco actúa en solitario en el Palau de la Música de Barcelona, en el marco del bicentenario de Beethoven y el 25º aniversario de la muerte de Bartok, y al año siguiente en el Teatro de la Zarzuela. A lo largo de este tiempo va dejando atrás unas cuantas convenciones que hoy parecen triviales, como dejarse el pelo largo o tocar en mangas de camisa, y otras más importantes para la música en sí, como tocar con la pierna derecha cruzada o bajar el mástil de la guitarra hasta ponerlo horizontal. Por cambiar, cambia hasta el instrumento, pasándose, siempre de la mano de los guitarreros Hnos. Conde, a un híbrido de guitarra flamenca (en dimensiones) y la clásica (en las maderas).

Como el propio Paco ha contado, las cosas cambiaron radicalmente a partir de la publicación de "Entre dos aguas": más recitales, mejor caché, más visibilidad pública. Así llega el célebre concierto del Teatro Real, un evento saturado de ese simbolismo que es tan absurdo como cierto. En la España de principios de 1975, un joven flamenco se metía en un templo nacional de la música clásica en un país en que la melomanía, pobre en comparación con nuestros primos europeos, se mezcla con cierto tufillo clasista. Un par de años después llegarían la invitación de Al di Meola a tocar en su Elegant Gypsy y las subsiguientes colaboraciones con John McLaughlin y Chick Corea. El estrellato internacional en definitiva, la ascensión de Paco a un olimpo que transciende estilos, el de los músicos que llegan a todo tipo de públicos, los que, como Piazzolla o Keith Jarrett han llenado auditorios casi más por ser ellos quienes tocan que por lo que tocan.

Paco invita a Ricardo, su hermano mayor, a acompañarle en el Teatro Real de Madrid,
el 18 de febrero de 1975. El lleno fue tal, que el público abarrotó el escenario.
Volviendo al lejano Teatro Real, al contrario de lo que pudiera parecer, por aquello del reconocimiento, a Paco no le hizo demasiada gracia, precisamente por aquello del reconocimiento: hacía ya tres años que había tocado en el Carnegie Hall de Nueva York, ¿a qué venía tanto revuelo en su propio país?

Yepes felicita la navidad a Paco
El Cultural-ABC, 20/12/91
(Pinchar para ampliar tamaño)
Si todo artista debe convivir con la búsqueda incesante de un mensaje y un lenguaje, qué decir y cómo decirlo, Paco, azuzado por Sabicas, se autoimpuso la misión de no repetirse. Además tuvo que aguantar a quienes no estaban conformes con su forma de hacer flamenco y a los que tampoco estuvieron de acuerdo con su forma de hacer "clásica" (véase la crítica de Yepes al "Concierto de Aranjuez", izquierda). Con semejante nivel de acoso, su creciente relevancia internacional fue una bendición y Paco empezó a tocar más en el extranjero, donde, además, podía relajarse. El colmo de esta mala baba se escenificó en pleno funeral de Camarón de la Isla, cuando algunos tuvieron la feliz idea de aprovechar la ocasión para acusarle de haber estafado al cantaor. Hay un plano del funeral en el que el estupor en el rostro de Paco es evidente.

Aun así, Paco no sólo salió adelante sino que dejó una obra imponente que ha dado relevancia mundial al flamenco, creando un mercado para los virtuosos de este tipo de guitarra y un tipo de formación, con bajo eléctrico, cajón peruano, acaso algún viento que, por tradicional que parezca, también es cosa de este hombre. Sin ningún tipo de formación académica, a base de unas manos y un oído muy trabajados y no poca inteligencia, se abrió su propio camino. Su suerte, y la nuestra, es que haya habido tanta gente dispuesta a adentrarse en esos mundos musicales. O, como dijo Manolo Sanlúcar, Paco es único porque «encanta al que no sabe de esto, y vuelve loco al que sabe».

Como músico hay tres rasgos que no se pueden dejar pasar por alto. Por uno lado, su perfeccionismo obsesivo y enfermizo, una mosca cojonera con la que ha tenido que convivir toda la vida y ha sido causa de no pocos agobios, para él y para su discográfica, que habría preferido otra cadencia a la hora de publicar discos y salir de gira. Curiosamente, este perfeccionismo parece haberse propagado a las siguientes generaciones de guitarristas.

El segundo aspecto sería su inteligencia. Por mucho que haya dicho que las cosas le han ido pasando por azar, desde las cuidadas puestas en escena, hasta la aceptación —quizás entendida como pescador que era— de que al público, para que se trague ciertos anzuelos, hay que echarle carnaza. Su observación de que lo que hacía con McLaughlin y Di Meola, «a veces parecía un circo, y eso atraía mucho a la gente», es esclarecedora. A este respecto, mucho se habla de su timidez, pero existen no pocas entrevistas en las que Paco habla claro sobre temas delicados (sin llegar a extremos como la que hizo en 1976 con Jesús Quintero, que casi le cuesta las manos en un asalto callejero por unos jóvenes fascistas en plena Gran Vía de Madrid).

Finalmente está su virtuosismo como guitarrista. Por un lado está su expresividad casi vocal, fruto de esa ansia, explicada por él mismo, cantaor frustrado, de cantar con el instrumento (como hace, por ejemplo, en "Río Ancho" a partir de 1:06). Mucho se habla de sus innovaciones armónicas que, de serlo, lo son en el contexto del flamenco, como en estas sevillanas. Personalmente creo que el aspecto de verdad singular y brillante del toque de Paco de Lucía es el rítmico. Esto es especialmente notable en los pasajes en que toca únicamente con palmeros o percusionistas: sólo con verle moverse sobre la silla cuando toca, es evidente que para él lo primero era el compás. A esto va unido el aspecto que sí puede considerarse sobrenatural en Paco de Lucía: su coordinación de manos. Da igual a qué velocidad toque, Paco siempre toca limpio, con la derecha tocando duro, cerca del puente, e independientemente de lo que haga la mano izquierda, como si son escalas con cejilla y el meñique dando saltos.

Es un tópico, y acaso un recurso literario a evitar, pero lo cierto es que nos ha dejado Francisco Sánchez, pero Paco de Lucía sigue aquí. Dentro de unos meses se publicará un disco póstumo, dedicado a la copla. Si Paco consiguió extirpar al flamenco de ese aire rancio de postal de bailaora con la falda pegada al cartón, como Carlos Cano antes que él y gracias, también y siendo justos, al propio paso del tiempo, podrá terminar de una vez con el tufillo de afinidad al régimen anterior que le quedó al género. Qué difícil será, en todo caso, hacer un juicio justo de ese disco.


Y a partir de ahí, todos sus discípulos y seguidores tendremos que acostumbrarnos a un nuevo paisaje, a otra luz, a la falta de una referencia absoluta, casi infalible, dentro de una música que es el fruto de siglos de cocción en el sur peninsular, en el último Mediterráneo y el primer Atlántico, y que Paco de Lucía mostró al mundo.

Descansa en paz, Francisco Sánchez. Gracias eternas, Paco de Lucía.

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Recopilación alternativa de Paco de Lucía en YouTube

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Hasta que se estrene y publique el documental de Curro Sánchez, hijo de Paco, hay tres vídeos que merece la pena ver, disponibles en YouTube:
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Nota: la cronología está extraída del libro que acompaña a la Integral de Paco de Lucía (Universal 0602498653914, 2003), de José Manuel Gamboa y Faustino Núñez.

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