31/07/2013

Jazzaldia 2013: día 4

El plato fuerte de este Jazzaldia fue el Maratón Masada, una batería de actuaciones de grupos orquestada por JOHN ZORN. Si bien es cierto el reiterado mensaje de que esta sería la única presentación de este evento en Europa —habrá otra en Nueva York en septiembre—, también lo es que está enmarcada en toda una batería de actuaciones colectivas con motivo de su 60º cumpleaños, como la habida en Londres o la que está a punto de celebrarse en Lisboa.

John Zorn probando sonido
(© Lolo Vasco/Heineken Jazzaldia)
Zorn es un organizador nato. Quienes lo han visto trabajar sin público lo describen como un jefe directo, claro, exigente y concentrado en el trabajo. Lo suyo es manu militari: sin porfavores, perdones ni gracias, si a la hora de dar mover a sus cuarenta y tantos músicos la forma más eficiente es el discurso telegráfico a gritos, como “¡Hotel! ¡Bus! ¡AHORA!”, a gritos se hace. A nadie parece importarle que entre los increpados estén figuras del calibre de Uri Caine, Marc Ribot o Dave Douglas.

27/07/2013

Jazzaldia 2013: día 3

Uno de los retos para el comentarista de jazz de los que no se suele hablar es cómo valorar la actuación de un septuagenario o de alguien aun mayor. Teniendo en cuenta su abundancia en este género, y que sólo por llegar a esas edades ya se les considera leyendas, los dilemas están ahí: ¿hay que ser “generosos”? ¿hasta qué punto? ¿Cómo se puede decir a alguien que debería retirarse? ¿Merece la pena meterse en semejante berenjenal?


La tercera jornada marcaba el arranque, por primera vez en el Jazzaldia, de una serie de actividades para niños, englobadas bajo el lema Txikijazz. No tenemos noticias directas, pero parece que la organización está relativamente satisfecha. El plato fuerte del día lo marcaban, no obstante, las actuaciones de Lee Konitz, Dave Douglas y Pharoah Sanders.

Basta que uno reproche la falta de seriedad de la lluvia para que nos riegue más seguido y con más persistencia. Y que la actividad pluvial esté totalmente en marcha para la hora del pase de Dave Douglas en la Trini, al aire libre.


Con prácticamente todo el público plastificado en verde botella se presentaron DAVE DOUGLAS y su quinteto, con Jon Irabagon al tenor, Matt Mitchell al piano, Linda Oh al contrabajo y Rudy Royston a la batería. Digamos ya que Irabagon es de Chicago y tiene ascendencia filipina, y que Oh es malaya y criada en Perth (Australia).

El quinteto de Dave Douglas (© Fernando Ortiz de Urbina)

26/07/2013

Jazzaldia 2013: día 2

Escanciando sidra en Azpeitia
(© Fernando Ortiz de Urbina)
Dado que el grueso del Jazzaldia se desarrolla por las tardes, las mañanas quedan libres para otras actividades en una ciudad y sus alrededores, lurralde en la parla políticamente correcta, con una oferta gastrónomica sin par. Ayer había feria y concurso de sidra en Azpeitia, a media hora en coche por la autopista. Bajo un sol de justicia y contra el fondo de la música itinerante de la banda municipal y las cuadrillas de trikitilaris (acordeón diatónico y pandereta), el ritual consistió en pagar un vaso e ir probando el producto de los puestos a lo largo del perímetro de la plaza municipal. En el centro, el jurado oficial degustando el producto, escanciado como mandan los cánones.


*

La segunda jornada arrancó, para este cronista, con el trío de VIJAY IYER arropado por la acústica limpia y matizada del teatro Victoria Eugenia. Neoyorquino, hijo de emigrantes indios tamiles, licenciado en físicas y matemáticas, Iyer está al margen de los perfiles habituales del músico de jazz. Y eso se nota en su música, incluso viniendo a través de un formato tan sobadísimo como el trío de piano.

Vijay Iyer Trio (© Fernando Ortiz de Urbina)

25/07/2013

Jazzaldia 2013: día 1

© Fernando Ortiz de Urbina

La sucesión de conciertos gratuitos en los aledaños del Kursaal hacen de la primera jornada del Jazzaldia un evento aparte. Lo que para algunos es alegre y participativo, para otros es la turba.

Dejando a un lado cuestiones estilísticas, que ya somos mayorcitos, hay que plantearse qué queremos de la música. En el mejor de los casos, debería poder hacernos bailar y saltar, callar y chillar, reír y llorar... mientras nos arranca el corazón como a Indiana Jones y lo vuelve a dejar en su sitio, con ternura, las veces que haga falta.

El jazz, la música, el arte en general, en el mejor de los casos, parece nacer de este diálogo:
—¿Y si hacemos...?
—¡¿Y por qué no?!
© Fernando Ortiz de Urbina

Qué pasa si reunimos dos baterías, un vibráfono, percusiones varias, bajo eléctrico, dos guitarras eléctricas con sus correspondientes efectos, sección de vientos (trompeta, trombón, saxos alto, tenor y barítono), un theremin, voces... y, en realidad, lo que se le ocurra al director. También pueden añadirse unos bailarines. Y un pintor que trabaje durante la actuación. Y video de fondo. ¿Y qué tal un globo gigante con forma de medusa? Ya puestos, que flote sobre el escenario y se pasee por encima del público.

Qué pasa si, con ese conjunto, en el repertorio metemos mucho vamp. Como el tema de "Misión Imposible". Música para bailar. Y ritmos binarios, como los de la "Danza del Sable". Y ternarios. Y en cuatro, que es lo clásico. Y en cinco como nunca hubiera imaginado Dave Brubeck. Y un poco de ese jazz que va desde Mingus a Mostly Other People Do The Killing. Y guitarras rockeras. Y acordes bonitos. Y estruendosos unísonos. Y polkas. Y ska...

Todo eso, que responde al nombre de SHIBUSASHIRAZU ORCHESTRA, se perdieron las cenicientas del día 24. Eso, y ver a toda la playa de la Zurriola, repleta, eufórica, saltando y dando palmas a las dos de la mañana de un jueves.

Shibusashirazu Orchestra
© Fernando Ortiz de Urbina

Antes, esa misma tarde...

ROBERT GLASPER: en cuarteto. El vocoder da bastante menos juego de lo que algunos parecen creer. El funk es como un buen postre: lo remedia todo. Sobre un buen bajista (Derrick Hodge) y un buen baterista (Mark Colenburg), se puede tocar prácticamente cualquier cosa. Uno de los mejores momentos se produjo con Casey Benjamin al saxo y sin Glasper. Para pensar.

23/07/2013

Interludio rock: Alchemy



Alchemy es un disco en directo de Dire Straits, posiblemente el grupo que más dinero ingresó en los locos ochenta, cuando el pop británico pareció contagiarse del thatcherismo reinante y conquistó un buen trozo de la cuota del mercado discográfico mundial. En el caso de los Straits, su siguiente gira sería larguísima, un año con un mes de descanso, diseñada entre otras cosas, dicen, para esquivar al fisco británico.

22/07/2013

De festival

Llevan en pie desde hace unos sesenta años: el irresistible encanto de combinar el destino turístico con un festín de jazz y otras músicas (Chuck Berry tocó en Newport en 1958, o sea que nos sobran precedentes). Pequeño burgués, quizás, aunque no lo creo. Exclusivo, para nada.

En las próximas fechas estaré dando novedades desde el Heineken Jazzaldia de San Sebastián, donde di mis primeros pasos como reportero dicharachero hace una pila de años. Reencuentros, recuerdos, amigos y una comida extraordinaria me esperan. El programa se puede consultar aquí, por si aún hay dudas sobre una visita.

Eso es ahora. Para entrar en ambiente, lo que viene a continuación es de Newport 1962. Unos pocos extractos de buena calidad, por cortesía de Franz Hoffman, más uno más completo, de fidelidad algo peor, pero con imágenes de Roland Kirk y Pee Wee Russell, por lo que no caben las quejas.

¡Nos vemos!

Count Basie and His Orchestra


18/07/2013

Los colores del Blues: negro, blanco… ¿y rojo? (y III)

Con el texto de hoy termina el extracto publicado en su día en Internet por UTNE Reader, de The Guitar and the New World, el nuevo libro de Joe Gioia. Una vez más nuestro agradecimiento va para el autor y la editorial, SUNY Press. Si han gustado las dos partes anteriores (la primera y la segunda), el resto del capítulo “Hey-Hey” elabora y profundiza sobre las cuestiones que ha planteado hasta el momento. En otras palabras, hay bastante más miga.

Como ha ocurrido con los libros que citaba Gioia en la segunda parte (especialmente el de Hamilton), puede que a algunos lectores se les atragante su visión tan demoledora del pasado del blues, género del que se habla, por ejemplo, de pactos con el diablo sin pestañear. Como parece que está ocurriendo con los autores clásicos como Oliver o Charters, puede que con el tiempo haya que corregir lo que cuenta Gioia. No obstante, el descuido con el que se ha tratado a los nativos de Norteamérica con respecto a la música del subcontinente es tan abrumador, que la verdadera importancia del texto de Gioia no son tanto las respuestas que ofrece, algunas aparentemente muy razonables, sino las preguntas que plantea; no lo que ha encontrado, sino el hecho de haber enfocado su linterna en otra dirección, inexplicablemente virgen.

En el "peor" de los casos, el libro puede considerarse una guía personal del autor sobre la música norteamericana de la primera mitad del siglo XX. Aunque sin el texto a mano algún tema parecerá fuera de lugar, prácticamente todas las canciones que se citan están, por orden de aparición, en esta lista de Spotify (los enlaces del texto llevan a YouTube).

Ahora sí, después de haber postulado que hay razones de peso para considerar seriamente el papel de los indios de Estados Unidos en el origen del blues y otras músicas típicas de ese país, se adentra por ese sendero, en el que empieza a encontrar indicios...

17/07/2013

Los colores del Blues: negro, blanco… ¿y rojo? (II)

Seguimos con el extracto del capítulo "Hey, Hey", de The Guitar and the New World de Joe Gioia. En el de ayer el autor señalaba los dos relatos de principios del siglo XX que originan la historiografía del blues, el de Charles Peabody y el de W. C. Handy, y cómo de ahí se han vinculado sus orígenes con la esclavitud o, más allá aun, con África, sin que haya forma de demostrarlo.

Gracias, una vez más, a Joe Gioia y a la editorial por dar su permiso para traducir este texto y publicarlo aquí. La versión en inglés está aquí, y se puede leer entera en el sitio de UTNE Reader.

16/07/2013

Los colores del Blues: negro, blanco… ¿y rojo? (I)

Uno de los aspectos más fascinantes de la historia de la música popular de EE UU es el origen del blues. Al considerarse el núcleo duro de toda la música popular del siglo XX, la simiente de un fenómeno de masas como el rock, el contraste con sus humildes orígenes en el Delta del Mississippi le dan un carácter épico a un género ya de por sí evocador y visceral. Si además se presenta como el sustrato musical de la supervivencia al secuestro, la travesía transatlántica y la esclavitud en ultramar, la mitificación es casi inevitable.

Además, sobre este mito se ha ido depositando un sedimento que apenas deja lugar para discusiones legítimas sobre el origen del género musical, una especie de dogma apelmazado por consideraciones siempre inútiles sobre su pureza, su autenticidad. Inútiles, porque si la historia es una película, en el mejor de los casos la autenticidad no es más que un fotograma escogido arbitrariamente por una serie de prejuicios, elegido como referencia absoluta e indiscutible contra la que se compara, humillado, el resto de la película. Digo en el mejor de los casos, porque no son pocos en el que esa autenticidad ni siquiera es un fotograma de la película, sino un pasado utópico, un ideal que no ha existido nunca.



Charley Patton - "I Shall Not Be Moved" ("No nos moverán")

Sin pruebas fehacientes, al blues se le ha asignado una trayectoria inseparable de los esclavos traídos de África a América y sus descendientes. En el principio sólo era cosa de negros, y al entrar en contacto con los blancos fue contaminándose. Extrapolando esa trayectoria imaginada, el origen del blues estaría en África. Por una serie de motivos, entre ellos la asfixiante presencia real del racismo en EE UU, el estudio y el debate sobre lo que conocemos como blues choca contra muchas barreras y prejuicios. Por ejemplo, con tanto insistir en la dicotomía negros/blancos, ¿no nos estamos olvidando de alguien?

12/07/2013

¡Fiesta en casa de los Barnes! (2ª parte)

George Barnes
Espero que disfrutaran tanto como yo el vídeo de "Liza" de ayer, del disco Guitars Galore de George Barnes, publicado en 1961. El emotivo montaje de imágenes lo ha producido Alexandra Barnes Leh, hija de George, productora también del proyecto del legado de George Barnes. Merece la pena pasarse por ese website a la mínima que al lector le interese la historia de la guitarra en Estados Unidos. Barnes era un auténtico pionero, uno de esos caracteres casi míticos, que nos dejó demasiado pronto, en 1977.

Al final de este texto he incluido algunas imágenes tomadas del vídeo de ayer. Por la cantidad de sonrisas, está bastante claro que los asistentes a la fiesta lo pasaron muy bien. Los músicos de esta época son recordados por su ingenio, sus bromas, su sentido del humor... su capacidad de pasarlo bien en cualquier circunstancia. Ahora, además, gracias a Alexandra y su madre, y esposa de George, Evelyn Barnes, conocemos algunos detalles de la fiesta. A las dos va nuestro agradecimiento.

11/07/2013

¡Fiesta en casa de los Barnes! (1ª parte)

Esto puede sonar exagerado, pero creo que no tendremos una idea exacta de la medida en que la música popular de EE UU de cierta época está empapada de jazz hasta que no se haga una buena discografía (con los nombres de todos los músicos implicados) de Columbia y RCA, y sus subsidiarias. Al ser los dos sellos más importantes de los años cincuenta, a algunos se nos hace la boca agua sólo de pensarlo. Hay gente para todo.

Evidentemente, la música es música, y debería bastar con poder escucharla para preciar todos sus sabores. Aun así, las impresiones se ven afectadas al saber quién toca exactamente en un disco, y parece que los músicos de jazz, o al menos músicos con fuertes inclinaciones jazzísticas, o veteranos de las big bands cuyos primeros pasos profesionales consistieron en tocar música con un alto octanaje de jazz, abundan en la música popular de EE UU de los años cincuenta y sesenta. Y no sólo por los músicos de Stan Kenton o Count Basie presentes en los discos de Sinatra. Hay mucho más.