23/08/2009

Francesco Martinelli y la enseñanza del jazz

This is just a gentle nudge towards Ted Gioia's post on the current situation of jazz and the very valuable, in my opinion, comment by Francesco Martinelli (pictured) of Siena Jazz, which I've translated into Spanish.

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A raíz de la publicación de un artículo de Terry Teachout en el Wall Street Journal sobre el actual estado del jazz se ha formado una considerable polvareda en estos mundos virtuales. Se ha escrito mucho sobre la cuestión, aunque creo que queda bastante por decir sobre cómo aprenden a tocar jazz los jóvenes de hoy.

El artículo de Teachout se refería a unas recientes estadísticas de NEA (National Endowment for the Arts – institución pública de EE UU para la promoción de las artes), y hace unos días Ted Gioia publicó una nota en su blog sobre el drástico envejecimiento que ha experimentado el público del jazz según dichas estadísticas. Esos datos le llevan a Gioia a señalar el cambio que ha habido en la enseñanza del jazz en centros académicos oficiales. Hará unos treinta años el jazz estaba prácticamente vetado en los conservatorios, pero era muy popular entre los estudiantes de música; hoy la situación es prácticamente la inversa.

Volviendo a la cuestión de cómo se aprende a tocar jazz hoy, Francesco Martinelli (en la imagen de la derecha), Director del archivo de Siena Jazz, publicó un comentario a la nota de Gioia, que es particularmente relevante. El original se puede leer aquí y, con su permiso y nuestro agradecimiento, esta es la traducción:

Creo que esto [el distanciamiento de la juventud respecto del jazz] no debería sorprender a nadie, dado el tipo de música que chicos y chicas escuchan en los años en que se están formando. Se ha producido un cambio radical en los hábitos de escucha por la incorporación de la música a un contexto en el que lo normal es realizar varias actividades a la vez, en el que la idea de permanecer sentado relativamente quieto y en silencio centrando la atención en una sola cosa les es totalmente ajeno.

Yo veo esto en clase: los alumnos empiezan a enredar inmediatamente con sus teléfonos y otros aparatos, pensando que pueden escuchar música mientras mandan mensajes de texto o lo que sea. Por desgracia, hay demasiados músicos –incluso grandes músicos– dedicados a la enseñanza del jazz, que no obligan lo suficiente a sus alumnos a que escuchen jazz. De hecho, si pudieran tomar algo de tiempo de sus horas lectivas –algo en ocasiones difícil a causa de la presión de los propios centros– y preguntar a sus alumnos qué música escuchan, o simplemente retirarles con cuidado sus auriculares y comprobarlo por sí mismos, podrían entender mejor qué está ocurriendo. Los hábitos de escucha de la gente joven que llega a la “enseñanza del jazz” son idénticos, o casi idénticos, a los del resto de la gente de su edad, y por desgracia muchos escuchan muy poco o nada de “jazz”, aun antes de publicar sus propios CD.

Puedo citar innumerables ejemplos: el pianista que tocó “Take the A Train” en una audición sin haber oído nunca la versión de Duke Ellington (antes de tocar una sola nota ya estaba contrayendo la mano en una especie de garra, imitando a Keith Jarrett); el asombro de la clase de piano al ESCUCHAR “Straight, No Chaser” y darse cuenta de que la versión del “Real Book” es “para tontos”; o el grupo que toca temas de Horace Silver sin haberlos escuchado en disco. En muchos de estos casos, los “profesores” les han enseñado estas composiciones sin repasar la historia de las correspondientes versiones.

Esto puede parecer inocuo, pero de hecho es la interrupción de la línea de transmisión “oral” facilitada desde hace mucho tiempo por las grabaciones. Si se corta esta conexión, a los alumnos no se les ocurre ni creen necesario pararse a escuchar la música, sea en disco o en directo. Y créanme, si se les presenta la música en el contexto de su época y las grabaciones clásicas como algo vivo y contemporáneo, les encantan. Por supuesto que si uno va y les dice “escuchad todas las grabaciones de Louis Armstrong con los Hot Five y Hot Seven”, se bajan la colección y se olvidan de ella tras el primer intento. Es como pedirle a alguien que se lea el original de la Ilíada sin saber griego: si se les describe la imagen del cantor ciego en una isla del Egeo acojonando a su público con historias de sangre y guerras, haciéndoles llorar con historias de amor, escucharán… de la misma forma que escuchan “Weatherbird” y “Black Bottom Stomp” en condiciones y se conmueven hasta el punto de aplaudir con entusiasmo.

Hace poco traté de comentar algunos puntos fundamentales de la historia del jazz con músicos jóvenes (no diré nombres) y no les sonaba de nada el “Ko Ko” de Duke Ellington. Uno de los alumnos estaba escribiendo una tesis sobre ese tema “escuchando” un triste fichero mp3 a 128 kbps QUE LE HABÍA PASADO SU PROFESOR, y alucinó cuando lo oyó en condiciones a través de unos altavoces. La revolución digital nos prometió un constante sonido perfecto, y lo que nos ha dado es un sonido en constante degradación, pero esa es otra historia (aunque está relacionada).

Claro que esto es exactamente lo que ha ocurrido con la enseñanza de la música clásica, en la que los profesores y los alumnos no van a escuchar música en directo (me refiero a la clásica y la ópera) de forma que los centros conceden créditos por asistir a conciertos, lo que me parece muy extraño: si te apasiona tanto la música que quieres hacer de ella tu profesión, deberías estar ansioso por asistir a conciertos, pero al parecer no es el caso. Hagamos lo que sea necesario para evitar que la enseñanza de jazz refleje los defectos de la enseñanza de la música clásica.

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